Era la quinta vez que había arrojado el control remoto hacia la pared con esa mirada desesperada y esos movimientos toscos. Se escandalizaba cada vez que volvía a ver el control remoto junto a él, y se alejaba a rastras, sabiendo que lo desconocido es a lo que mas se teme. De pronto, tuvo una epifanía, un deja vú... y sin alejar su mente de esta idea, posó su mano derecha sobre el velador junto a su cama, en donde se retorcía de terror, y lo empujó para que caiga suavemente. Un ruido profundo invadió toda la casa y el sonrió al pensar que alguien lo escucharía y vendría a escudriñar en su habitación. Tal vez solo así podría despertar... regresar. Hechó un rápido vistazo por toda la habitación: las viejas cortinas de Micky Mouse que tenía desde tiempos inmemorables estaban totalmente estáticas, como en si el tiempo se hubiera detenido, podía ver como esas tan graciosas figuras infantiles estaban llenas de demencia y maldad. Él lo sabía. Regresó en sí por un momento y miró de reojo el velador que había arrojado. Seguía de pie. Perdió la razón. Su cabeza le daba vueltas como un auto de carreras que había perdido el control y sintió que su corazón quería salir de su pecho a empujones y patadas, como un bebé en pleno parto. Se levantó tomándose de la cabeza sintiendo que lo irreal del asunto le iba a explotar en la cara. Tomó todos los objetos que estaban sobre su escritorio y los arrojó contra la pared con una furia imparable, nerviosa, desesperada. Arrojó cada cosa que encontró a su paso, todas esas cosas que un día cuidó y apreció tanto, en aquel momento le parecieron tan insignificantes como él, cartas, fotos, televisión, la vieja guitarra que le había regalado tantos insomnios, aquellos cuadernos con los que compartía todos sus pensamientos. Nada valía en ese momento. Y entre tanto ruido se escuchó que se rompió algo muy preciado. Arrojó también sus sueños y los destrozó la pared. Y volvió en sí por un momento, hechó otro rápido vistazo por toda la habitación. Nada había cambiado, nada había pasado. Todo estaba en su sitio, en su lugar. Y ya no supo que hacer. Ese fue su último intento desesperado, había llegado al tope de su éxtasis, y sabía que lo que estaba a punto de hacer no serviría de nada, pero aún así, tomó una bocanada de aire con la sensación de que había aspirado todo el oxígeno disponible encerrado en esas cuatro paredes y profanó un grito tan fuerte y tan grande que fue incomprensible al oído humano. Ese grito fue su epitafio. Sus mortales oídos solo escucharon un sonido ahogado en el silencio que salía de su garganta, pero sintió una onda que se disipó de su voz y se expandió por todo el espacio, dejando la energía en blanco y cero.
Volvió en sí por un momento y ahora se encontró a si mismo despertando de su cama con la sensación de que todo fué un mal sueño . Se tranquilizó y respiró profundamente mientras cerraba los ojos. Tomó el control remoto una vez más y lo arrojó al suelo. Esperó un momento (eterno) y cuando lo miró de nuevo, este seguía en donde lo había arrojado. Suspiró tranquilo y sonrío pensando en lo ridículo de la situación.
Habíase hechado unas cuantas risas estúpidas cuando se detuvo de golpe al ver algo en el techo de su habitación, justo sobre su cama. Era una silueta un poco difícil de reconocer. Sintió su cuerpo totalmente inmóvil y congelado, en un estado de relajación total. Y ya no tenía miedo... no más. La figura le daba una cierta paz. Siguió mirando sin perder la concentración ni un mili segundo, olvidándose por completo de su cuerpo y de todo lo que le rodeaba. El cuerpo se iba aclarando poco a poco, miró sus ojos cafés que le veían muy fijamente y sus brazos cruzados posados en su pecho, sin la mas mínima expresión en su rostro. El cuerpo que estaba levitando, no se movía ni para respirar, y su rostro se le hacía cada vez mas familiar. Cerró sus ojos por un momento, como tratando de recordar en donde había visto esa cara antes. Y después del intento fallido, levantó sus párpados pero su subconsciente ya no se hallaba en el cuerpo sobre la cama, ahora, de alguna forma, su alma fué a parar en el cuerpo levitando. Y sintió paz una vez más. Miró hacia su antiguo cuerpo humano mientras el lo veía también, con esa mirada intensa que no significaba absolutamente nada. Ambos estaban exactamente en la misma posición y así el supo porque su rostro se le hacía tan familiar.
Ya no podía regresar, y no sabía si quería hacerlo, había perdido totalmente la noción del tiempo y de la necesidad, vió muchas veces caer el sol por su ventana pero no podía diferenciar entre siglos y segundos, entre día y noche. Ya no recordaba el olor de las flores, ni el color de el atardecer, no podía recordar a que sabían los labios de una mujer y cual era el sonido de su voz... ya ni siquiera podía diferenciar si eso era bueno o malo, pero sabía que era... y con eso le bastaba por el momento.
entre segundos y siglos que no supo cuantos pasó, derrepente vió a su viejo cuerpo volver en sí, y otra vez sintió que todo había sido un sueño y se puso de pie, y este ya no pudo verlo flotando una vez más. Dibujó una sonrisa falsa, insegura en su rostro y caminó hacia la puerta. La abrió mientras temblaba, y salió de la habitación poco a poco, cerrando la puerta a sus espaldas.
Y él no se preguntó una vez más si eso era bueno o malo, solo sabía que "era"... y con eso le bastó por el momento.
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